Creer que un ambiente silencioso, con iluminación adecuada, con un escritorio y una buena silla, además de libros y otros implementos de estudio sean elementos suficientes para que un adolescente tenga un buen aprendizaje es desconocer lo más reciente que nos enseña la ciencia del cerebro.
Porque cualquier padre o madre puede darse cuenta de que su hijo, pese a tener todas las comodidades y recursos del mundo para ser un estudiante destacado, muchas veces no lo logra. Y si usted lo observa en la tranquilidad de su escritorio es muy probable que lo vea distraído, mirando por la ventana, divagando en detalles sin importancia y sin concentrarse en sus estudios.
Investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York, dirigidos por la doctora Sheryl Smith, piensan que lo anterior se debe a un cambio -que era desconocido- que sufre el cerebro a partir de la pubertad. A esa edad, en el núcleo nervioso conocido como hipocampo se multiplican los llamados receptores Gaba, una proteína que recubre las neuronas y que al activarse relajan al joven y bloquean su aprendizaje.
Uno de los más afectados con este mecanismo es el aprendizaje espacial, en que el adolescente -por ejemplo- no puede recordar dónde se ubica la tienda en que vio determinado producto o, simplemente, dónde dejó las llaves de su casa. Pero también hace difícil que a esa edad se empiece a aprender una segunda lengua o ejercitar por primera vez un deporte, algo que se supera cuando el joven se acerca a la adultez.
Pero todo lo anterior se potencia, además, con la distracción que en este período ejercen los pensamientos acerca del sexo o de las primeras experiencias de pareja.
Lo positivo es que el efecto de los receptores Gaba se puede neutralizar con cierta dosis de estrés. Esto no significa someter al joven a una tensión permanente y extrema. Se trata del estrés que aporta el mismo adolescente cuando está bien motivado para hacer algo, cuando se siente ansioso por aprender una materia novedosa y atractiva.
Y aunque la motivación es necesaria a toda edad, en ésta se hace indispensable.
Buen dormir
Otro factor crucial en el aprendizaje es el dormir. Desde 2008 se sabe que durante el sueño se consolida lo que hemos aprendido en el día. Pero ahora se ha descubierto que mientras dormimos, las neuronas se reconectan entre ellas, formando nuevos circuitos que ayudan a memorizar los eventos que nos sucedieron.
Es la plasticidad cerebral que se activa con el sueño. Esto explica que los niños sean los que duermen más horas, ya que están asimilando una gran cantidad de nuevas experiencias todos los días.
Por esto, para los adolescentes es tan relevante dormir un mínimo de ocho a nueve horas para optimizar el rendimiento académico. Y es justamente a esta edad en que los jóvenes se van más tarde a la cama y tienen una mayor deuda de sueño, lo que dificulta sus estudios.
Para neutralizar lo anterior, incluso la siesta es útil. En la Universidad de California, en Berkeley, el sicólogo y neurocientista Matthew Walker estudió a 39 jóvenes. La mitad de ellos durmió 90 minutos de siesta. El aprendizaje aumentó 10 % en quienes durmieron y cayó un 10% en los que no. Es decir, una diferencia de 20% entre ambos grupos. Incluso, estudios recientes relacionan la disminución de las horas de sueño que se va produciendo con la edad y los problemas de memoria de las personas mayores. Cuando a estos adultos se les hace dormir bien en cantidad y calidad, su capacidad de recordar se recupera.
Consumo de drogas
Pero el poder del sueño sigue sorprendiendo. Hasta hoy, es conocido el efecto del consumo de drogas en el mal dormir de los jóvenes. Pero la U. de California, en San Diego, demostró que también existe el efecto contrario, es decir, que quien duerme mal está más propenso al consumo de drogas.
Y no sólo eso. En un grupo de 8.349 adolescentes se vio que estas conductas se transmiten en redes sociales. Cuando uno duerme menos de siete horas, aumenta en 11% la posibilidad de que sus amigos duerman menos de siete horas. Si uno de ellos consume marihuana, aumenta 110% el uso de estas drogas en los demás. Por último, la posibilidad de que uno de ellos consuma drogas aumenta en un 19% cuando duerme menos de siete horas.
Esto lleva a James Fowler, experto en redes sociales, a plantear que los padres deben preocuparse de que sus hijos tengan un dormir saludable para prevenir el consumo de drogas. Si esto se logra con quienes ejercen más liderazgo, influencia a toda la red social.
Educando niños
La ciencia del cerebro sigue haciendo numerosos aportes a los procesos de aprendizaje a lo largo de la vida. Y de paso derribando mitos.
Todo el último siglo, científicos y educadores creían que los niños no podían aprender matemáticas antes de los cinco años, ya que su cerebro «no estaba maduro». Hoy se sabe que tanto humanos como animales tienen un «instinto numérico», un sentido de la cuantificación instantáneo. Esto permite a los animales elegir sin margen de error el árbol con más frutos para alimentarse. Los niños preescolares reconocen cantidades de esta manera, sin necesidad de contar. Y además, son capaces de hacer divisiones rudimentarias, repartiendo dulces en distintos recipientes.
En el caso de los niños se ha visto que a partir de los 18 meses ya son capaces de reconocer formas geométricas, mientras que siendo preescolares ya entienden definiciones geométricas informales.
Por último, en lenguaje, el aprendizaje también da sorpresas. Por ejemplo, la habilidad de relacionar combinaciones de letras con sonidos no está completamente desarrollada hasta la edad de 11 años, mucho más tarde de lo que se estimaba.