Las aves cambian sus plumas cada año. Incluso algunas tienen un plumaje más grueso y acolchado y de colores más apagados durante el invierno, y otro distinto, más brillante, en la época más cálida, que corresponde al período de apareamiento y a la llegada de las crías. Además, hay diferencias en los colores y largo de las plumas -también en el pico- entre las aves de una misma especie, dependiendo de la edad y del sexo.
Las plumas están formadas principalmente por queratina, que es una sustancia proteica muy común en los vertebrados. El pelo y las uñas de los mamíferos y las escamas de los reptiles están formados de esta sustancia.
Las plumas no se distribuyen al azar, sino que crecen en áreas bien definidas. Cada una sale de una papila, un anillo de células especial.
La cabeza y el cuello pueden no tener plumas, aunque generalmente están más coloreadas en esas zonas que en el resto del cuerpo. Son típicas de estas partes la cresta y las barbas, que con frecuencia alcanzan su mayor colorido y tamaño en la época de celo.
Tipos de plumas
– Coberteras o tectrices: recubren la mayor parte del cuerpo, aislando al ave de las condiciones externas. Son más suaves y delicadas.
– Remeras o rémiges: se encuentran en las alas y ofrecen resistencia al aire durante el vuelo. A su vez, las plumas remeras se dividen en: primarias, las más fuertes y robustas, implantadas en los dedos y en la muñeca; secundarias, implantadas en el antebrazo; y las terciarias, casi tan finas como las coberteras y ubicadas en el húmero (en la parte superior del ala).
– Timoneras o rectrices: son las que forman la cola y confieren movilidad en el vuelo acrobático. Actúan como un timón para dirigir el vuelo.
Una de las principales funciones de las plumas es mantener la temperatura, ya que retienen el aire para reducir la pérdida de calor. Las plumas del borde de las alas y la cola proporcionan el impulso de vuelo y de maniobra; el resto de las plumas mejoran la eficacia de vuelo al hacer al cuerpo más aerodinámico.
Los colores dependen de la melamina (negro, pardo, amarillento y rojizo) y los lipocromos (rojo, violeta, amarillo, naranja, verde).
Su gran cantidad de tonalidades permite a las aves camuflarse para huir de los depredadores, como el chotacabras o la perdiz nival, que en el invierno es blanca, pues vive en la nieve, y durante el verano, parda. Al confundirse con el paisaje, pasa inadvertida ante sus depredadores.
Los colores también les son útiles a la hora del cortejo. El pavo real, por ejemplo, levanta su cola llena de largas y coloridas plumas para llamar la atención de la hembra.
Durante el cambio de las plumas o muda, el ave tiene dificultades para volar. Algunas especies, como los patos y casi todas las alcas, pierden la capacidad de vuelo durante este período.