Por la mañana del Jueves, todos los sacerdotes, se reúnen en la Iglesia Catedral para celebrar la Misa Crismal. En esa ocasión, con la presencia del Obispo del lugar, y rodeados de fieles, renuevan sus promesas sacerdotales.
En esa misma celebración se bendicen los santos óleos con los que serán ungidos los niños que recibirán su bautismo, los enfermos y quienes celebren el sacramento de la Confirmación durante el año.
Por la noche, se celebra la Eucaristía que viene a evocar la Última Cena en la cual Jesucristo, en medio de la comida Pascual, ofreció a Dios su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y el vino. Al mismo tiempo, Jesús se muestra servidor de los hombres a través del lavado de los pies.
Finalmente, el Jueves Santo por la noche se realiza una vigilia de oración donde el silencio y la meditación adquieren gran importancia.
La Última Cena
El jueves tras su llegada a Jerusalén, Jesús y sus apóstoles celebraban la Pascua. Entonces, Jesús bendijo el pan, lo partió y se los dio, diciendo: «Tomen este pan y cómanlo, porque es mi cuerpo».
Luego bendijo el vino y, extendiéndoles la copa a sus discípulos, les dijo:«Beban de este vino, porque es mi sangre».
Jesús miró entonces a sus discípulos, afligido, y les dijo: «Uno de ustedes va a traicionarme».
Los discípulos no podían creer lo que estaba diciendo y se miraban unos a otros, tratando de descubrir a cuál de ellos se refería Jesús. Se preguntaban entre ellos: «¿Eres tú? ¿Es él? ¿Soy yo?».
Pedro le habló al oído a Juan, a quien Jesús amaba mucho y que estaba sentado junto a Él:«Pregúntale al Maestro de quién se trata».
Juan se acercó a Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién de nosotros lo hará?».
«Aquél a quien yo le dé este trozo de pan», contestó Jesús y tomando un pequeño pedazo de pan, lo mojó en el plato que tenía delante suyo y se lo entregó a Judas Iscariote.
«Haz lo que tengas que hacer… pero hazlo rápido», le dijo.
Sin decir una palabra, Judas se levantó de la mesa de un salto