Temujin, conocido más tarde como Gengis Khan, nació en el año 1167, en un lugar cercano al lago Baikal, en la actual Rusia. Pasó su infancia recorriendo la estepa asiática, viviendo en tiendas llamadas yurtas, viendo cómo los hombres se preocupaban de la caza y de la guerra, mientras que las mujeres realizaban trabajos domésticos. A los nueve años, su padre fue envenenado por un grupo de tártaros. El clan se dividió, dejando abandonados a la viuda Oelun y a sus hijos. Temujin y su familia tuvieron grandes dificultades para sobrevivir. Sin embargo, la valentía de su madre y hermanos lo ayudaría a salir adelante.
Unificación de los mongoles
Años después, un joven Temujin ya destacaba por su atractiva personalidad. Demostrando una gran capacidad de mando, se dedicó a la reunificación del reino de su padre. Se alió con la tribu de los keirat, comandada por Toghril, y con Jamuka, un amigo de la infancia, con los que formó un poderoso ejército. Juntos derrotaron a los merkit (tribu del norte de Mongolia) mediante una simple estrategia: no dejar a sus espaldas ningún enemigo que pudiera atacarlos. Luego de esta victoria, Temujin se sintió seguro de sus fuerzas y atacó a los tártaros. Sin duda, el valor y la astucia eran sus mayores armas para conseguir un difícil objetivo: reunir bajo un mismo mando a todas las tribus mongolas que habitaban Asia.
El poder demostrado hasta entonces por Temujin era insignificante en comparación con lo que vendría. Sin embargo, fue suficiente para que Toghril y Jamuka sintieran envidia. Cada vez eran más los nobles que aclamaban a Temujin como jefe, por lo que la ruptura con sus aliados se precipitó. Primero rompió el pacto con Toghril, dispersando a los kerait entre las diferentes tribus mongolas y utilizándolos como siervos y soldados. La suerte de Jamuka no fue muy diferente. El antiguo amigo de infancia de Temujin era ambicioso y, al romper la coalición, conformó alianzas para apoderarse de las tribus. El mundo mongol se dividió y se sucedieron batallas entre los dos bandos, resultando Temujin siempre ganador. Las múltiples victorias confirmaron en el mando a Temujin, quien poco a poco logró apoderarse de casi todas las tribus mongolas. Fue en el año 1206, junto al río Onon, cuando una asamblea de príncipes lo nombró Gengis Khan o “soberano universal”. Lograda la unificación y teniendo ya un ejército consolidado, el nuevo soberano emprendió su empresa más ambiciosa: la conquista del mundo.
Conquistador sanguinario
Seguro de sus fuerzas, se planteó el primer objetivo de su campaña. Con la excusa de buscar pasto para sus caballos, se dirigió a los fértiles campos chinos. Aseguró el oeste de China derrotando al reino tangut, que habitaba la cuenca del Río Amarillo, aseguró algunos puntos de apoyo al interior de la muralla China y luego se dirigió al noreste. Según algunos relatos, las matanzas que llevaban a cabo las tropas de Gengis Khan eran tan grandes, que la tierra quedaba cubierta por osamentas durante años. A su paso arrasaba con todo. Sedas, oro, ganado, mujeres y niños pasaban a ser de su propiedad.
En 1213, se adentró en los territorios dominados por la dinastía Chin y, dos años después, cayó sobre la ciudad de Pekín. Los mongoles arrasaron con todo; quemaron y saquearon el palacio imperial. Fue entonces cuando Gengis Khan tomó la decisión de asignar al general Mukali la responsabilidad de asegurar la conquista del norte de China. Él iría en busca de otros territorios. Se lanzaría ahora en contra de Occidente, para saciar sus ansias de poder y conquista. Acompañado por las hordas mongoles, sometió a las tribus habitantes del Turkestán. Su ejército ascendía ya a los 200 mil hombres. Gengis Khan se acercaba a paso firme al mundo musulmán y a la rica civilización árabe. Entre 1219 y 1221, se apoderó de las ciudades de Bujara, Samarkanda y Urgench. Su avance respondía al de un pueblo conquistador; sin embargo, la crudeza de los asesinatos y la ferocidad de algunos de sus actos le otorgaron la fama de sanguinario.
Muerte de un conquistador
Su influencia continuó en la zona que hoy en día ocupan la India y Pakistán, conquistando las ciudades de Peshawar y Lahore, así como sus territorios próximos. A través del contacto de Gengis con culturas más avanzadas que la mongola, el soberano valoró a las ciudades como fuentes de riquezas. Además, percibió la importancia del lenguaje escrito y utilizó a los campesinos y artesanos apresados como productores de bienes. Una vez controlada Asia Central, los ojos de Gengis Khan se volvieron hacia el Cáucaso. Los mongoles entraron en los territorios que hoy ocupa Rusia, con 20 mil jinetes. En 1222, derrotaron al ejército ucraniano y saquearon la región que se extendía entre los ríos Volga y Dniéper y desde el Golfo Pérsico hasta casi el océano Ártico.
Las tropas iniciaron el regreso a Mongolia. A su paso habían vencido a persas, caucasianos y rusos. En 1227, el soberano ya preparaba una nueva expedición de ataque hacia el reino de Tangut. Pero la muerte lo sorprendió el 18 de agosto de ese mismo año, a consecuencia de las lesiones que sufrió en una caída a caballo. El vasto imperio que había conseguido Gengis Khan se repartió entre sus cuatro hijos, pero fue comandado por el tercero de ellos, Ogadai. Si bien su fama de cruel y despiadado en ocasiones opacó su capacidad militar, Gengis Khan fue un soberano hábil e inteligente, que impuso la paz y el orden en sus territorios.
Logró la unificación de Mongolia, acabó con las rivalidades tribales, creó vías de comunicación y, por sobre todo, fue dueño de uno de los imperios más extensos, abarcando la mayoría de la franja central de Asia, desde el Océano Pacífico al mar Caspio.
Asesinatos y crueldad
Entre las historias que rodean las expediciones de Gengis Khan hay una quecuenta que, para vengarse de la codicia de un jefe árabe, mandó que le echaran plata fundida en los ojos y en las orejas. Otro relato afirma que, en la toma de Bamiyán, los mongoles arrasaron con todo ser viviente, hombres y animales. La orden era no dejar rastro de lo que antes allí existía; todo debía ser destruido. La ciudad recibió el nombre de “Villa Maldita”.
El ejército mongol
Quienes integraban el ejército mongol tenían que ser hombres dotados de una gran resistencia física. Debían cargar arcos y flechas que pesaban unos 75 kilos (más que un hombre mongol de ese tiempo), y con un mínimo de comida cabalgaban durante días. Cuando no había más alimentos, recurrían a beber la sangre de sus caballos. Para ello, abrían una de las venas del caballo, chupaban la sangre y volvían a coser la vena con cuidado. Cada integrante tenía un mínimo de tres caballos, para no forzar la capacidad de los animales.