En la novela la acción está dada por la relación que se da entre los personajes, cómo piensan, sienten, evolucionan y se relacionan con el mundo ficticio en el que viven.
El término novela viene de la palabra italiana novella, que significa noticia, historia o cuento breve.
Respecto a las formas de la novela, esta puede ser: narrativa, que es el tipo más corriente, y consiste en la exposición de los sucesos, como en El último grumete de la Baquedano, del chileno Francisco Coloane; epistolar, cuando se usan cartas como procedimiento narrativo, como en Boquitas pintadas, del argentino Manuel Puig; y autobiográfica, cuando el autor pone la narración en boca del personaje principal, como en las historias de Papelucho, de Marcela Paz.
De acuerdo a la intención que tiene el autor con su relato, las novelas se clasifican en:
Histórica: se centra en hechos y personajes de la historia, entremezclados con la trama inventada por el autor.
Ejemplo: El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier, que cuenta la historia de la independencia de Haití .
Pastoril: describe la vida de pastores -amores, quejas, desdenes, fiestas- en forma idealizada e irreal, alternando la prosa y el verso.
Ejemplo: La Arcadia, del español Lope de Vega.
Costumbrista: tiene por objeto retratar la vida cotidiana de una sociedad, época o lugar determinado.
Ejemplo: Los bandidos de río Frío, del mexicano Manuel Payno.
De tesis: más racional, pretende demostrar una hipótesis o defender una causa o posición determinada en cualquier ámbito -religioso, moral, político o social-, exponiendo sus argumentos con la acción de los personajes.
Ejemplo: La comedia humana, del francés Honoré de Balzac.
Psicológica: presenta la vida íntima de los personajes, analizando su estado de ánimo, pasiones y los conflictos entre el deber, la pasión y la conciencia.
Ejemplo: Comarca del Jazmín, del chileno Óscar Castro.
Caballeresca: elogiaban la lealtad, el honor, la cortesía y el amor, mediante la narración de las hazañas y empresas guerreras de los caballeros andantes.
Ejemplo: Amadís de Gaula.
Picaresca: retrata la vida y costumbres de vagos, truhanes o bribones y pícaros. Es una vida vulgar, sin ambiciones heroicas ni aspiraciones para el porvenir; sus personajes buscan salir del paso y procurarse con buenas o malas artes un mísero sustento.
Ejemplo: Vida del Buscón, del español Francisco de Quevedo.
Bizantina: presenta a los protagonistas en largos viajes con múltiples peripecias: raptos, naufragios, fugas, encuentros, reconocimientos, etcétera.
Ejemplo: Los trabajos de Persiles y Segismunda, del español Miguel de Cervantes.
Realista: capta la vida tal como es y se caracteriza por su ambiente local, la descripción de costumbres y sucesos contemporáneos, la afición al detalle, la reproducción del lenguaje familiar y de giros regionales.
Ejemplo: La Gaviota, del español Fernán Caballeros.
Científica: se basa en proyecciones fantásticas o imaginativas de los inventos científicos.
Ejemplo: las novelas de Julio Verne.
Naturalista: describe minuciosamente la realidad, con indudable complacencia incluso en los aspectos más ingratos de ella. Los conflictos del instinto, las pasiones, la miseria, el vicio, las desigualdades sociales, acompañadas de un sentido pesimista de la vida.
Ejemplo: Juana Lucero, del chileno Augusto D’Halmar.
Policial: generalmente se inicia con un crimen que a lo largo de la novela se trata de esclarecer. Se centra en el proceso intelectual que permitirá hallar al culpable: reconstrucción del crimen, los motivos, el examen de los sospechosos y el descubrimiento del culpable.
Ejemplo: El asesinato del expreso de Oriente, de la autora inglesa Agatha Christie.
Social: trata de representar la situación, la manera de vivir o reaccionar de un grupo o clase social, obreros, campesinos, etcétera.
Ejemplo: Ránquil, del chileno Reinaldo Lomboy.
Sus comienzos
La novela surgió durante la antigüedad grecolatina. Fue considerada un tipo de literatura menor frente a la seriedad de otros géneros. En el mundo griego, las novelas estaban destinadas al público masivo poco instruido y combinaban dos motivos: el amor y los viajes por remotas geografías. Destacan la Ciropedia, del ateniense Jenofonte (que trata de la vida de Ciro), y Dafnis y Cloe, novela pastoril del siglo IV a.C. atribuida a Longo. Entre los romanos, sobresalen el Satiricón, de Petronio (siglo I d.C.) y El asno de oro, de Apuleyo. Sin embargo, la novela nació realmente en la India, Persia y Arabia, con cuentos orales y escritos, como los cuentos árabes de Las mil y una noches.
A fines de la Edad Media aparecieron las increíbles novelas de caballería. El Renacimiento creó las pastoriles, costumbristas y posteriormente, las picarescas.
La novela alcanzó su verdadero sentido a principios del siglo XVII, con las Aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (1547-1616), obra en las que combinó: la sátira, las novelas de caballería, la novela pastoril, la bizantina, picaresca, evocación del romance (composición narrativa y popular que interpreta los sentimientos o costumbres del pueblo), valoración del teatro de la época, etc.
En el siglo XVIII se desarrolló la novela histórica. Walter Scott fue uno de sus principales cultores (Ivanhoe).
En el siglo XIX, la novela llegó a predominar sobre el resto de los géneros, y se caracterizó por su orden lineal.
Los precursores de la novela del siglo XX fueron el irlandés James Joyce, el checo Franz Kafka y el francés Marcel Proust. La novela contemporánea se caracteriza por: la descripción psicológica de los personajes, su mundo interior, ideas y pensamientos, sus emociones y sentimientos; el narrador está en distintas personas, a diferencia de las del siglo XIX, que generalmente eran narradas en tercera persona; los protagonistas no son seres extraordinarios, sino personas comunes; terminó con el uso exclusivo del relato lineal (planteamiento, nudo, desenlace); la novela contemporánea puede empezar en el final y terminar en el principio o en medio de la historia.