En esta etapa se deben sortear uno de los primeros desafíos vitales: acostumbrarse al abrupto cambio que significó abandonar el vientre materno y regirse por las condiciones que ofrece el medio externo.
En promedio, los neonatos miden cerca de 50 centímetros y pesan entre 2,5 y 4 kilos. Si bien un recién nacido ya cuenta con todos los órganos necesarios para sobrevivir, todavía debe ajustar sus sistemas a su nueva forma de vida.
Tareas que antes eran suplidas por la madre (a través de la placenta), como respirar, nutrirse y eliminar desechos, y que ahora deben ser realizadas de forma independiente por el bebé.
Aprender a respirar aire es una de las primeras grandes tareas. Inmediatamente después del parto, los pulmones del recién nacido se llenan del vital oxígeno, el cual llegará a cada una de las células del organismo.
Asimismo, su sistema circulatorio comienza a trabajar de manera autónoma, adaptando y cerrando algunos conductos, tales como el foramen oval, el conducto arterioso, que conecta la aorta con la arteria pulmonar, y los vasos umbilicales. Se produce un notable aumento del flujo sanguíneo pulmonar y un incremento de la presión de la cámara izquierda del corazón.
Los riñones, todavía inmaduros, comienzan paulatinamente a cumplir su tarea excretora y el sistema digestivo adapta sus mecanismos para una correcta absorción de sustancias. El único y vital alimento será hasta ahora la leche materna, que no solo contiene importantes nutrientes, sino también anticuerpos.
Sus ojos poseen una coloración no muy definida, hasta alrededor de la segunda semana después del nacimiento. Esto se debe a que estos importantes órganos no han sido expuestos a la luz, por lo que todavía no alcanzan el color definitivo. Poco a poco, comienzan a abrirlos y a explorar con ellos el mundo que los rodea.
Es posible que su nariz o las orejas se encuentren aplastadas, producto de la estrechez de los últimos meses en el vientre materno. De igual manera, su cabeza puede estar ligeramente alargada o deformada, debido a su difícil paso por el canal del parto.
Capacidad craneana
Para facilitar su paso por el canal del parto y permitir un normal desarrollo del cerebro, el cráneo del recién nacido no está completamente osificado ni cerrado. Como un rompecabezas que poco a poco junta sus piezas, el cráneo del lactante está conformado por huesos (un frontal, un occipital, dos parietales y dos temporales) y cuatro espacios blandos cubiertos por membranas fibrosas, a las cuales se les denomina fontanelas o suturas craneales. De estas últimas existen cuatro:
– Fontanela anterior, bregmática o frontal, que se encuentra en la parte superior de la cabeza del recién nacido, posee forma de rombo y corresponde a la unión de las suturas frontal, sagital y coronaria.
– Fontanela anterolateral o esfenoidal, de forma irregular y situada a ambos lados de la confluencia del hueso frontal, el parietal, el temporal y la porción superior del esfenoides.
– Fontanela mastoidea, ubicada a ambos lados del cráneo, donde se encuentran el hueso parietal, el temporal y el occipital.
– Fontanela posterior, de forma triangular, en el espacio ubicado entre el hueso parietal y occipital.
Las fontanelas son estructuras normales dentro del desarrollo de un recién nacido y, por lo general, desaparecen entre los 12 y 18 meses, periodo en el que finalmente todos los huesos del cráneo logran unirse para toda la vida. Médicamente, la presencia de las fontanelas ayuda a evaluar la presión intracerebral; si las fontanelas están abultadas, indican un incremento de la presión del cerebro.