La juventud en Chile, según el censo de 2002 está constituida por el 26,1% de la población chilena: jóvenes de entre 13 y 29 años. De estos, los que tienen edad escolar, en su mayoría se encuentran estudiando en colegios, liceos o establecimientos municipales.
Existe un alto porcentaje de cesantía entre los jóvenes (21,1%), lo que implica que muchos de ellos no tienen ingresos personales o para aportar a sus familias, que teniendo capacidades no las pueden desarrollar en un lugar estable, que poseen mucho tiempo libre, entre otras cosas. Si se suma a esto, que un 39,6% de la población joven hoy vive en una situación de pobreza, nos encontramos con un grupo que, además, de no tener trabajo, vive situaciones de marginalidad y de pocas posibilidades económicas, lo que conforma un círculo vicioso, pues sin trabajo difícilmente podrán dejar la pobreza.
Hay cifras que nos hablan de una juventud que se encuentra experimentando dificultades, consecuencia de la marginalidad, la pobreza, la educación u otros. El aumento de la adicción y consumo de drogas y alcohol, de embarazos adolescentes, de enfermedades de salud mental como la depresión y la anorexia, y de la violencia y actos delictivos son situaciones que nos hablan de realidades complejas que viven muchos jóvenes.
Pero no se puede generar reflexión sólo desde cifras negativas. Muchos jóvenes generan acciones positivas, creativas y expresan interés por asuntos públicos.
Por ejemplo, durante el 2006 se pudo observar en Chile un movimiento juvenil organizado, que lejos de una mirada apática, levantó su voz y logró instalar como preocupación pública la temática de la educación. Observamos que mediante marchas, festivales, foros, tomas y asambleas expresaron su descontento y sus propuestas en relación al sistema educativo.